jueves, 11 de septiembre de 2008

EL NIÑO DE LA CALLE

Ahí estaba, aquel niño con su carita pintada, de tierra, sudor y chorreada.
Vestido, en arrapos, y con sus pies descalzos, pidiendo una moneda.
La gente lo ignoraba, y él con sus ojitos brillantes y su carita delgada sonreía, estaba tan acostumbrado a sentir desprecio, y a ser maltratado.
Sentado en una banqueta hizo una pausa, y sacó de entre sus bolsillos, un mendrugo y con mucho cuidado lo desenvolvió y aprovecho de manera oportuna, porque se encontró una lata con su contenido casi entero, de jugo de narnja, que alguien dejó en aquel bote de basura de la vía publica…

Al haber calmado su hambre, empaco cuidadosamente lo que le sobro y lo guardó, se levanto y continúo su rutina de seguir pidiendo limosna.
Solo y sin alegría alguna, continuaba su ardua labor, ni siquiera tenia tiempo para preguntarse, ¿Cuál era su delito, Para ser condenado a la pobreza?.

Aquel día no le fue tan mal, más de alguna alma buena, le dejó lo suficiente para sobrevivir ese día. Cansado caminaba de regreso a su morada, una choza de láminas viejas cuyas paredes eran de reglillas de madera y cartón, el mobiliario; una mesa de pino, una cama destartalada en donde se podía ver claramente los resortes al descubierto, descansaba sobre ella, una anciana de la tercera edad.
_! Ya bien abuela ¡_ Fueron las palabras de entrada del niño en aquella lóbrega habitación.
Y poniendo el bolsillo sobre la mesa, saco cuidadosamente el pedazo de pan que le sobró y acompañado de la lata de jugo que no quiso tomárselo todo, se lo dio a la abuela.
Una viejecita, cansada por la edad, enferma y sin compañía, de nos ser por su único nieto…
El niño miraba tiernamente, como la abuela con dificultad comía aquel delicioso banquete, el pedazo de pan y el jugo en lata.
Cada día, aquel niño proveía alimentación y cuidados a la abuela, siempre guardaba la mitad de las monedas en un cajón de madera, que celosamente guardaba…

Ahí estaba, nuevamente el niño en la calle, esta vez con zapatos, y poco rotos pero… tenia. Ya no extendía su mano para pedir una moneda, esta vez llevaba consigo una caja de madera consigo, dentro de ella llevaba anilina color café y negra, pasta para pulir zapatos y unas tiras de trapo para sacar brillo.

Con sus ojos brillantes, y su sonrisa inquieta, logró lo que la oportunidad le dio… ¡Ser limpiabotas!

1 comentario:

Anónimo dijo...

SE FUE MARZO ,VENDRÁN OTROS
CON AROMAS PRIMAVERALES
Y LLUVIA , SOL , PROCESIONES
Y NI TU NI YO, ¡ NO!
PORQUE AQUÍ EN LA TIERRA
HAY RENCOR, Y SABIOS ,Y RICOS
Y AMARGAS CONDENAS,
Y MIEDO A LA IMAGINACIÓN.
NO BUSQUES RAZONES,
TAMPOCO LAS BUSCO YO.
YA TIENES TUS ALAS
DULCE MARIA